martes, 9 de diciembre de 2014

Desastre de Aznalcóllar

El 25 de abril de 1998, casi seis millones de metros cúbicos de lodos contaminantes se vertieron al río Guadiamar por una brecha en el dique de la escombrera de residuos de la mina de pirita que la empresa ‘Boliden Apirsa’ explotaba en el término municipal de Aznalcóllar (Sevilla). El vertido afectó a 4.402 hectáreas de terrenos agrícolas y ganaderos, en las riberas de los ríos Guadiamar y Agrio, cercanos al Parque Nacional de Doñana.

Un muro de contención evitó que el vertido invadiera el Parque, aunque las aguas contaminadas desembocaron en el río Guadalquivir a su paso por el Coto de Doñana. El territorio afectado quedó cubierto con un sedimento de lodos de metales pesados que, en los puntos más cercanos a la balsa de escombros, alcanzó los 1,5 metros.


Las industrias Boliden explotaban en Aznalcóllar un yacimiento pirítico rico en zinc, plata, plomo y cobre. El mineral extraído se trituraba en las propias instalaciones y sus compuestos se separaban mediante un proceso de decantación que permitía que los metales se separaran y agruparan en función de sus respectivos pesos específicos.

El proceso pasaba por el vertido del mineral triturado en una balsa repleta de agua a la que se añadían dióxido de azufre, hidróxido de calcio, pentahidrato de sulfato de cobre y un compuesto orgánico que aceleraba el proceso. Un estanque artificial almacenaba los residuos del proceso. Hasta que su dique de contención cedió y su contenido invadió la cuenca del Guadalquivir. 

ConsecuenciasDe forma general el suelo ha actuado de barrera, y las aguas ácidas se han neutralizado con los carbonatos que presentaban en la superficie los suelos. Tras este cambio, han precipitado la mayoría de metales pesados, quedando retenidos en horizontes superficiales del suelo. El agua contaminada no llegó a atravesar el suelo y por ello no ha afectado a los acuíferos. Por otro lado los lodos han entrado de forma desigual por las diferentes texturas del suelo. En suelos arenosos profundizaron pequeñas cantidades, mientras que en los arcillosos, entraron los lodos gracias a las grietas.

Fue el desastre ecológico más grave de nuestra historia reciente cuyo  proceso judicial está aún sin resolver.

3 comentarios:

  1. El vertido afectó, según la Junta de Andalucía, a un tramo de 62 km de longitud entre la mina y Entremuros al sur, una anchura de entre 500 y 1.000, y una superficie de 4.634 ha. De ella, 2.616 ha fueron cubiertas por lodos, afectando a varios municipios de la provincia de Sevilla.

    La repentina avalancha del vertido sobre los ríos Agrio y Guadiamar provocó su desbordamiento, que anegó las tierras colindantes.

    Los metales pesados de los lodos (Cu, Mn, Zn, Cd, Fe, Pb, Ni y Cr) contaminaron suelos y aguas, las cuales sufrieron una brusca bajada de pH, alcanzando valores inferiores a 4, que provocó que la vegetación acuática fuera prácticamente eliminada, dañando gravemente la vegetación forestal y las tierras agrícolas.

    Cabe precisar que el Guadiamar entre Aznalcázar y Entremuros, era un curso fluvial de gran valor ecológico tanto por su vegetación como por su fauna y consecuencia del desastre fue la pérdida del Guadiamar como área de alimentación, descanso, refugio y cría de especies tanto piscícolas como de aves, en los años inmediatamente posteriores.

    Las primeras medidas de emergencia fueron la construcción de tres presas de contención en la zona de Entremuros, para impedir que el vertido alcanzase el Parque Nacional de Doñana, y el sellado provisional de la grieta de la balsa, al mismo tiempo que se paralizó la actividad minera.

    Los lodos retirados se depositaron en la corta de Aznalcóllar y más tarde se realizó un tratamiento de los suelos contaminados mediante procedimientos químicos, para conseguir la inmovilización de los metales pesados que aún quedaban en los mismos.

    Las aguas embalsadas en Entremuros pasaron por una planta depuradora donde se sometieron a un tratamiento físico-químico para aumentar su pH y precipitar los metales pesados presentes en ellas, que fueron retirados antes de verter estas aguas al Estuario del Guadalquivir.

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  2. La memoria negra del Prestige

    El 13 de noviembre del año 2002, un petrolero monocasco cargado con 77.000 toneladas de fueloil residual pesado lanzaba un 'Mayday' debido a la rotura de su estructura. En ese momento, se encontraba a 28 millas de la costa de Finisterre (A Coruña) y el nombre del buque 'Prestige' no significaba nada para la inmensa mayoría de los españoles. Tres días después, el 16 de noviembre, casi 200 kilómetros de la Costa da Morte amanecieron cubiertos por el primer baño de chapapote. Poco después, el 'Prestige' ya pertenecía al imaginario popular de todo el país.

    Es una de las mayores catástrofes ambientales ocurridas en España. Afectó a 2.600 kilómetros de costa y tuvo un coste económico que rondó los 4.000 millones de euros.

    Aquella marea negra tiñó para siempre el recuerdo de miles de habitantes de una de las costas más salvajes y mejor conservadas de Europa.

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    1. Los daños provocados sobre los organismos marinos fueron enormes. «Durante los años 2002 y 2003, todos los ecosistemas marinos se vieron afectados, aunque quizá el que más daños sufrió a la larga fue el ecosistema costero intermareal», reconoce Victoriano Urgorri, director de la Estación de Biología Marina de El Ferrol y uno de los miembros del Comité Científico Asesor que se creó tras el accidente. «Tuvo un efecto letal, no sólo sobre las aves que salieron en multitud de imágenes en la prensa y la televisión, sino en todos los organismos que entraron en contacto con el fuel. Cualquier animal al que alcanzaba el chapapote moría, pero también afectó a la reproducción de muchas especies», explica.

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